Antologías
Aquí tienes un resumen de mi obra de microficción publicada en varias Antologias en Latinoamérica y España. ¡Feliz Lectura!

MÁS SERIA ABUSO
El juez decidió absolver al acusado de infligir vejaciones a su mujer. El reo supo muy bien administrar las dosis de malos tratos, todo a su debido tiempo, sin sobrepasarse.

MILAGROS
Sus acongojados padres la bautizaron Milagros con la esperanza de que Dios se apiadara de ella y así fue. Milagros nunca sintió la carencia; por el contrario, dio alas a sus pies para llevar a cabo las actividades más diversas. Sin brazos, aprendió a escribir con buena caligrafía y a tejer sus propios suéteres. Una a una fue agregando nuevas metas, sobresaliendo en todas y ahora es una talentosa artista plástica. Su fama de pintora sin brazos la ha llevado alrededor del mundo y lo que le faltaba lo ha encontrado en París, la ciudad del amor. Una hermosa tarde de otoño, mientras pintaba en Montmartre, conoció a Paul, el amor de su vida, a quien algún duende maléfico le había escamoteado, sin piedad, las piernas. El abrazo de ambos fue, a su manera, perfecto.

HETEROGRACIAS
No puedo extenderte el certificado de heterosexualidad. Sí, ya sé que vienes a nuestro templo, te conocemos muy bien. Los certificados deben ser fieles a la realidad, Juancito. ¿Para qué lo quieres? ¿A acaso te has desviado y ahora te gustan las costillas? No insistas, te espero esta noche a la hora de siempre.

UNA LECCIÓN DE SLOW VIEWING
Conversación oída en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires entre un padre amante del arte y su hijo de unos diez o doce años al que intenta iniciar en la apreciación artística de una manera novedosa. —Mirá, este es el cuadro de Monet del que te hablé, Orillas del Sena, una muestra indiscutible del impre... —Papá, me aburren los museos, ¿por qué mejor no me llevás a los videojuegos? —Tenés que aprender a apreciar el arte. A ver decime ¿por qué crees que te hemos puesto el nombre de Claudio? —Ya lo sé, pa, me lo has dicho un montón, pero ¿por qué tanto interés en este cuadro si Rafaelito podría hacerlo mejor? —¿Ese? ni siquiera quiso venir al museo. Y ni hablar de Miguel Angel, tu hermano mayor, ese ya se rebeló hace rato. Volvamos al cuadro, para apreciarlo, alejate un poco, sí, así. Muy bien. Perfecto. Sentate aquí.—Bueno, ¿y ahora qué? —Te quedás ahí sentado hasta que me digas algo del cuadro o hasta que el cuadro te hable. —Papá, estás cada día más chiflado. —Vos mirá. —(El hijo, obediente, observa unos veinte minutos y luego exclama entusiasmado) ¡Ya lo tengo, papá! Ese Monet era un genio, mirá que ponerse a pintar un cuadro que habla. —(El Padre sonríe, expectante) ¿Qué te ha dicho hijito? Contá. —Me ha dicho que lo dejemos en paz.

FUTURISMO ESTILO READER’S DIGEST
El señor bajito desmontó ágilmente su bicicleta. Sacó un cepillo de dientes y comenzó a discar el número de auxilio en carretera. No se quedó atrás ni siquiera al transmitir con total seguridad las señas de mi vehículo averiado. Mientras tanto, yo intentaba -infructuosamente- pedir ayuda con mi móvil, pero ni modo: el hombrecito del cepillo seguía comunicándose como si fuera lo más natural del mundo y hasta me miraba con sorna como queriendo decir “a ver quién puede más”. No tardó mucho en llegar el auxilio en carretera que, supuestamente, había solicitado. Quedé de piedra. Que los cepillos tengan un chip para comunicarse, es cosa de locos. Pero eso no es todo: por la noche, al ir a cepillarme los dientes oigo un mensaje de voz que emiten las cerdas del cepillo: Para su seguridad en carreteras, suscríbase ya al moderno CEPISEGURO que nunca falla: sencillo, ecológico y a su disposición en todo momento.

EPITAFIO
Llenabas la casa con tus miaus, miaus y controlabas, con astucia, tus dominios. Los pájaros te temían; a veces escapaban a tiempo, otras no. Y tú engordabas de tanta cacería furtiva. Te habíamos comprado por un dólar en un mercadillo del Trash and Treasures no bien mudarnos al barrio. Desde entonces, tu valor aumentó en la moneda intangible de los afectos. Ya no eras una gata cualquiera: eras WHISKAS, la reina del hogar. Por desgracia, el paraíso se enturbió cuando, de golpe, te estrellabas contra las paredes y, como sabemos, todavía no se han inventado gafas para gatos. Luego vino tu incontinencia, seguida de otros males menores que se agravaron con la edad. Veintidós años son demasiados para un gato, aunque pocos para nosotros que hemos quedado tan huérfanos. Descansa en paz querida Whiskas donde quiera que estés.

CITA FRUSTRADA
Todavía se oyen las estridentes sirenas de las ambulancias. Machucado por el impacto logro salir entre fierros retorcidos. Una jauría de curiosos se aproxima a sacarse autofotos con trasfondo de tragedia. Oigo gritos, llantos, un clamor de voces. Entonces la veo. Es ella, la chica del tren. Cómo no reconocerla si la tuve frente a mí media hora como si el resto de los pasajeros no existiera y ella estuviera sola en el mundo mirándose en ese minúsculo espejo que le servía para aplicarse sin fallo el tardío maquillaje. Cómo no reconocerla si no dejé de espiarla mientras sacaba de su neceser, ya las sombras de ojos para iluminarlos, ya el rímmel para doblegar unas pestañas chúcaras y encajarlas en el carril de la belleza domada. No satisfecha, volvía a mirarse como si le faltara algo. Es posible que le escaseara el color a ese rostro joven, pero se impregnó de rojo violento justo cuando su dueña estaba a punto de empolvar de rosa su palidez desamparada. Así la veo ahora, tristemente tiesa y sin poder siquiera aplicar brillo a unos labios que se han amoratado tan de repente.

PERSPECTIVAS
—Esta Navidad quiero cortar por lo sano. Para ser justos, no invitaremos ni a tus padres ni a los míos. Solo tú y yo, mi amor. Ya se han vuelto insoportables los viejos. Mi madre con sus eternas excentricidades y la tuya siempre tan criticona. Ni qué decir de las incontables agarradas políticas de sus esposos. Quiero una Navidad en paz, como Dios manda. —Pero, querida, no podemos hacerles eso a nuestros padres. ¿Has pensado en los niños? —¡Claro! —¿Y vas a privarlos de ellos? —¿Cómo se te ocurre? Los llevaremos a sus casas.

BACHA POSH
No, yo no elegí, las circunstancias se impusieron: soy la mayor de nueve hermanas. El varoncito, que prestigiaría a la familia, tardaba en llegar. Por más empeño que mi madre ponía en cada embarazo, seguíamos llegando hembritas para cortarle de cuajo todo atisbo de esperanza. No obstante, no se desanimaba, y con tenacidad volvía a poner en práctica métodos y fórmulas que le pasaban las más experimentadas, aquellas que podían salir a la calle con la frente alta; en cambio, a las inútiles paridoras de hembras les tocaba el oprobio del encierro. Desesperada, llegó a meterse innumerables menjunjes raros en la incumplidora vagina. Uno de ellos se la llevó. Ahora me toca a mí ser el bacha posh, el varón de la familia. La ropa de mi padre me queda holgada, pero con unas cuantas puntadas quedará bien.

ME COLMÓ
Que no me venga ahora la muy puta con que soy el padre de la beba, como si yo no supiera que por ella ha pasado más de un regimiento. Y ahora me viene con esas, que te voy a demandar por la cuota alimenticia, que te voy a hacer embargar el sueldo para que pagues, cabrón. Como si yo estuviera aquí solo para alimentar a cuanto pendejo se me adjudica. A esta la calmaré, ya verán. A mí, ¡a mí! venirme con esas güevadas. A la otra la mandé derechito a donde no se reclama, Dios la tenga en su santa gloria. No era mala mina, pero se desajustó un poco y yo no aguanto que me aprieten. Esta es diferente, por no decir peor. Hasta le ofrecí pagar el aborto, pero ella, plantada en sus trece, que no lo podía hacer, que era pecado, que no, hombre, que jamás. Así fue cómo se la buscó la muy perra.

EN EL ASCENSOR
Mientras subíamos me mareó un perfume conocido; pero no fue hasta que el ascensor se detuvo intempestivamente en el tercer piso y levanté la vista que pude identificarlo. ¡Era él, Brut! Así le habíamos puesto en la nefasta ESMA. Si algo lo destacaba era el esfuerzo que hacía por parecer un hombre normal, bien vestido y perfumado para su laburo de apriete diario. Por un tiempo Brut -qué bien le sentaba el apodo- solo daba órdenes para que otros las ejecutaran. Su endiablada fragancia era la antesala a las demoledoras sesiones de tortura antes del interrogatorio de rigor que él mismo conducía. Ese trabajo no lo delegaba por nada del mundo. Era su especialidad. La voz, dolorosamente familiar, me produjo un escalofrío cuando sentenció: ―Parece que vamos a tener para largo en este maldito ascensor. ―Sí ―le contesté, reponiéndome― Lo suficiente como para romperte los huevos hijo de puta. ¿O acaso no te acordás de mí? Mirame bien. Te digo que me mirés, carajo. El hombre se quedó inmovilizado en un rincón. Al asombro, le siguió una risita nerviosa. ―Pero qué decís, che. ―Que por vos, concha de tu madre, me reventaron las bolas con la picana y otros métodos perversos que conocés bien. Silencio. A veces es necesario para que las palabras y el cuerpo se acomoden y se atrevan a decir y hacer lo que suprimieron por algún tiempo. El rincón, donde el sargento había buscado refugio, me lo dejó servido. Vi el espanto estancarse en sus desorbitados ojos cuando me le acerqué al oído y le dije bien suavecito: ―¿En serio no te acordás de mí? El rodillazo fue directo al lugar que le correspondía por derecho propio.

LA LECCIÓN
—Clase, hoy vamos a tratar un tema muy importante. ¿Alguien sabe qué era un beso? A ver tú, Manolito. —Mi mamá nos cuenta que era el encuentro entre dos labios como se ve en las películas del siglo pasado. —Bien, Manolito. Esos eran besos entre personas enamoradas. ¿Y los amigos cómo se besaban? —En las mejillas, a veces uno, otras dos, respondió con rapidez Claudia, sonrojándose. —Bien, Claudita. Ahora quiero que todos lo pongan en práctica. La clase, paralizada. —Bueno, ya aprenderán. Pasemos al segundo tema: el abrazo. Miren estas fotos…

CUENTO INFANTIL CON MORALEJA
Ese día estrenaba unos zapatitos de charol rojo y un vestido blanco con volantes. Parecía una princesita escapada de algún cuento infantil. Y, como en ellos, la niña salió a jugar alegremente con sus amiguitos, sin olvidar las recomendaciones de la mamá: "afuera hay lobos feroces, hija, ten cuidado”. Pero un día se le presentó un abuelito tan tierno que la niña, engatusada por los dulces, se dejó llevar. El error de la mamá fue no haberle advertido de las artimañas y disfraces de que se valen los lobos modernos para cazar a desprevenidas princesitas que llevan zapatitos rojos recién estrenados.

NOIRE: EL PERFUME QUE PUEDE LLEVAR A CUALQUIERA A LA LOCURA
Sé que es él. No cabe duda. Su perfume, negro como la noche que me habita, lo delata. Siempre viene a la misma hora, cuando creen que duermo. Ella lo espera con ansia. Se empeñan en ser cautelosos, pero yo los sigo, atento, imaginando lo que se me niega. Parapetado tras la sombra que un día se posó sobre mis ojos, llevo tiempo planeándolo. No quiero que se me escape el más nimio detalle. No quiero fracasar. No puedo. Debo calcular con matemática precisión la distancia exacta para no tropezar y perder el objetivo precioso, ese que tengo en la mira desde que mi amigo nos visita con tanta frecuencia.

ARACNE
Esta vez no te saldrás con la tuya, pérfida Atenea. Ya verás cómo me libro del castigo al que ha dado cauce tu ponzoñosa envidia. No soy ninguna Penélope esperando a Odiseo; mis motivaciones son otras, igualmente válidas. Mira cómo destejo las telarañas que me obligas a entrelazar sin sentido hasta el final de mi existencia, a mí y a la totalidad de mi estirpe y te reto a otra contienda con el aval de las Ninfas. Será el lance definitivo, y tú, maligna diosa, bajarás, por fin, del falso pedestal. Te demostraré con creces que soy la mejor tejedora de todos los tiempo, admirada y respetada en territorios aquí, allá y acullá. El castigo por tu soberbia lo decidirán los dioses. Acaso te conviertan en una inmunda cucaracha o, quién sabe, en una culebra rastrera.